martes, 30 de diciembre de 2008

HISTORIA DE MI NOMBRE (3)

          Pues estaba en el bachillerato, y nos mandaron hacer una redacción. Me pusieron un notable, entonces. Yo conté lo de aquella noche de Reyes Magos. Era ya tarde, cerca de las doce, y mi padre decía que nos teníamos que meter en la cama enseguida porque los reyes estaban apunto de llegar; y claro, si los veíamos, si estábamos despiertos, pues que no nos dejaban ningún regalo. Aquella noche me acosté pensando en esto, nerviosita. Oye, y al rato me pareció oír las herraduras de los caballos sobre el empedrado de la calle. “Ya están ahí. Ya están aquí. ¿Qué me traerán este año?”, pensé. Y al rato me quedé dormida. Al día siguiente, en la ventana que da a la plaza, en la ventana de la habitación de mis padres, habían dejado para mí una cestita muy bonita, de ganchillo, blanca, con una cintita rosa y unos caramelos. Cuando la vi dije: “¡Huy, qué bonita, como la que hay en el aparador!”. Y me fui derecha a compararlas, porque yo recordaba haber visto una igualita, igualita, allí. Pero la del aparador ya no estaba. “Bueno, se la habrán llevado a otro lado”, pensé.
          Cosas de niños. Yo tenía entonces doce años.

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