jueves, 3 de diciembre de 2009

LOS COMPLEMENTOS

         Hoy me he puesto unos calcetines de algodón en tonos verdosos, a franjas horizontales; y unos zapatos de traza ancha, de piel sintética, marrones, cerrados, muy cómodos, con un poquitín de tacón, para que el pie no se acostumbre al camino llano. Tengo los pies deformados de tanto usarlos. Pero no me quita el sueño este asunto.
         Llevo las uñas, todas las uñas, pintadas de un granate sin luz; y un pantalón de felpa ajustado que marca claramente la silueta de mi cuerpo. Pero sin exageraciones, que eso no gusta a nadie. Una camisa con flores violáceas flota en un mar color pan tostado; y encina un chaleco de lana sin mangas, a pico, con rayas verticales en marrones y caoba. Voy bien, muy sencilla. Esto tampoco me quita el sueño.
          Resalto los labios con un color rosado, bajo unas gafas de sol que me cubren gran parte de la cara. El frío lo ahuyento con un abrigo de plumas en rojo pasión. El pelo, ¡ah, el pelo!: cuello de cisne, con una media permanente que ya quisieran algunas. El bolso, de mediana estatura, cuelga del hombro derecho, en tonos leche manchada. Nada de otro mundo; normal, todo con esa sencillez de la gente de la calle. Tampoco esto me quita el sueño.
          Y, sin embargo, el insomnio está presente en mi cara. Por eso las gafas. Esta noche apenas he dormido dos horas. Y ya os digo, nada de esto me quita el sueño.